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Relato de Minrathous  

Cuando escuché el sonido de las botas del Amo supe que algo era diferente. De las decenas de personas que entraban y salían de la casa podía reconocer las del Amo perfectamente. Sabía que cuando entrara en la habitación debía arrodillarme o me castigaría, o lo que es peor, me enviaría a su hijo. Quien tenía un odio especial a los esclavos elfos y le gustaba explayarse con los castigos. Pero esa mañana algo no era normal, el Amo iba acompañado por varios de sus guardias y andaba acelerado de un lado para otro. No sabía muy bien que estaba buscando hasta que entró en la habitación, donde yo ya les esperaba arrodillado. -“Coged a este también”- Fue lo único que dijo antes de que unos brazos me levantaran del suelo.

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Los guardias me llevaron junto a otros esclavos de la casa y me ordenaron que no me moviera. Miré a mi alrededor y todos parecían algo confusos, al menos no era el único que no sabía lo que pasaba. Durante un buen rato estuvimos esperando de pie en medio de la sala mientras los guardias iban trayendo más esclavos. Como cada uno siempre ha estado metido en sus tareas, nunca me había fijado en la gran cantidad de esclavos que éramos. Aunque era lógico, el Amo, era uno de los Maeses más importantes de Tevinter, o al menos era lo que él solía decir.

Algunos murmuraban con orgullo que éramos los elegidos, que hacía tiempo que los Maeses planeaban algo grande. Pero otros, entre los que me incluyo, estábamos asustados. El Amo, pese a sus duros castigos, era bueno con sus esclavos al contrario que la gran mayoría de Maeses. Que estuviera reuniendo a tantos de los suyos sólo podía implicar que había bajado su posición y debía vendernos. Cuando los guardias y el Amo llegaron, nos condujeron hacia el exterior de la casa donde nos esperaba una carreta de transporte de esclavos. Antes de salir eché un último vistazo a la casa, cada paso que daba me entristecía más, no sabía dónde acabaría pero algo me decía que iba a ser peor.

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Nunca antes había salido de las tierras del Amo, al igual que toda mi familia nací y crecí como un esclavo y era algo que tenía asumido. Aunque a medida que nos acercábamos a las puertas, la curiosidad por ver cómo era el exterior empezó a hacerse hueco entre el miedo a lo que me deparaba. La ciudad era impresionante, cada edificio mostraba su majestuosidad en cada detalle, pero nada tenía que ver con lo que vi cuando salimos de ella. Cada árbol, cada roca y cada rincón que mi vista alcanzaba a ver decía... libertad. Pero todo eso se esfumó cuando la carreta se detuvo junto a una gran formación de piedra. Creía que acabaríamos en un mercado, pero la presencia de las otras carretas de esclavos ya vacías me hizo suponer que debía tratarse de algo más importante que un simple mercado.

Los guardias nos hicieron bajar en fila y nos dirigieron hacia una escalera esculpida en la roca. Poco a poco empezamos a subir, siguiendo de cerca al Amo. Cuando llegué a lo alto de la escalera, en un principio no entendí lo que sucedía. En el centro de la formación de piedra se había creado un enorme foso donde un gran número de esclavos esperaban. A su alrededor se había dispuesto cuidadosamente mineral de lirio, también presente en la parte superior, creando un dibujo que por su tamaño solo podría ser apreciado en su totalidad por los pájaros que sobrevolaban el lugar. Ya había visto algo parecido en casa del Amo, aunque con un tamaño mucho más reducido, tanto que cabía en una sola habitación. Este era el mayor altar de sacrificios que posiblemente existía en todo Tevinter.

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Al darse cuenta de ello algunos esclavos intentaron huir, con el único resultado de que los guardias los golpearan y los arrojaran al foso a la fuerza. Los demás bajamos por una escalera de mano que fue retirada al bajar el último.

El miedo se iba apoderando de cada uno de nosotros poco a poco, pero no podíamos hacer nada. Yo me alejé todo lo que pude del lirio quedándome en el centro del foso, sabía que los Maeses lo usaban para potenciar su magia y me aterraba. Desde ahí pude ver como lentamente cada Maese, incluyendo el Amo, se colocaba en su sitio para iniciar el ritual. No sabía que pretendían pero parecían nerviosos, posiblemente era algo que nunca antes habían hecho. Aunque lo que estaba claro, es que por la cantidad de lirio y la cantidad de esclavos debía ser algo muy importante.

Cuando se pusieron a recitar lo que fuera eso el lirio reaccionó y empezó a emitir un brillo suave, el ritual estaba empezando. Escuché algunos llantos entre los esclavos, una joven elfa me cogió del brazo asustada pero aunque me hubiera gustado consolarla, estaba paralizado y no podía moverme. Iba a morir y ni siquiera sabía porque. Los maeses extendieron los brazos y con un cuchillo se hicieron un profundo corte del que empezó a caer sangre sobre el lirio que los rodeaba. Cuando la sangre hizo contacto con el mineral, este empezó a emitir una luz cegadora que fue avanzando por el dibujo hasta llegar al que nos rodeaba. Cuando esto ocurrió todos acabamos cegados por la intensa luz y los gritos invadieron el lugar, algo estaba ocurriendo pero nadie podía ver nada. El pánico se adueñó de la gente, que intentaba alejarse del lirio fuera como fuera, dejándome casi sin respiración con los golpes y los empujones y cuando por fin recuperé algo de visión vi como algo se movía entre nosotros. No podía verlo bien, pero había varios y surgían de esa luz. Se movían muy rápido y cuando atravesaban a alguien este caía sin vida en el suelo. Al fin conseguí ver uno... no era nada, solo magia que exigía su sacrificio. Y el siguiente era yo.

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Extracto del informe sobre el suceso en el altar exterior de Minrathous en el 800 TE. Recuerdos extraídos con  magia de sangre de uno de los cadáveres.

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